La agrobiodiversidad se define como la diversidad silvestre y domesticada de plantas, animales, hongos y microorganismos asociados a los sistemas de producción alimentarios como los agrícolas, pecuarios y silvícolas; dicha diversidad es entendida a diversas escalas, desde la diversidad genética hasta a nivel de paisaje. (Casas y Vallejo, 2019). México tiene la particularidad de poseer una gran biodiversidad al formar parte de Mesoamérica, pues es reconocido como uno de los principales centros de origen de la domesticación para la agricultura en el mundo. Algunos ejemplos de las plantas agrícolas que se domesticaron en el país fueron el maíz, algunas especies de frijoles, varias calabazas, algunos chiles, el girasol, el cacao, algunas especies de algodón, el aguacate, la papaya, diversas especies de nopales y magueyes, guayabas, zapotes y entre otros (Casas y Vallejo, 2019). Adicional a esto, en México se desarrolló un sistema de policultivo muy particular denominado milpa, donde se hace una asociación entre maíz, calabaza y frijol, siendo el maíz el centro de la milpa. Sin embargo, dada la gran diversidad geográfica y climática del país, existen diferentes tipos de milpas acorde a la región, pudiendo encontrar quelites, chiles, epazote, hongos, insectos, plantas medicinales (Buenrostro, 2009; Santillan, 2014). Es por esto que las milpas son una expresión más de la agrobiodiversidad, teniendo una importancia central en conservar la gran diversidad de milpas a nivel de prácticas, paisajes y especies. Es por esto que la milpa tiene una gran importancia cultural, ambiental e histórica y su conservación es importante. La milpa, al ser un policultivo, tienen muchos beneficios para el ambiente. Entre ellos se encuentra: mayor resistencia a las plagas pues al tener diferentes tipos de plantas cultivadas y silvestres (quelites), si llega alguna plaga no matará todo el cultivo; no se erosionan los suelos pues las plantas tienen requerimientos nutricionales, evitando el desgaste y adicionalmente, los frijoles son fijadores de N; la calabaza, al ser rastrera y de hojas anchas, ayuda a conservar la humedad en el suelo (Buenrostro, 2009). Por lo tanto, es notable que la gran biodiversidad que conforma a la milpa, la convierte en agroecosistema donde se aprovechan de manera complementaria diferentes recursos como el agua, la luz y el suelo. Adicionalmente, en este ecosistema se favorecen interacciones benéficas como el control biológico de insectos, la fertilidad del suelo y la polinización, brindando diferentes beneficios a las especies que conviven en la milpa y a las comunidades humanas que las manejan, favoreciendo al mismo tiempo una dieta equilibrada (Terán, 2010). Una notable variante de la milpa es aquella que se siembra en chinampas. Para ello se aprovechan las orillas de lagos, ríos, zonas pantanosas, donde el agua es constante y relativamente quieta. Se construyen zonas elevadas, con forma rectangular, por arriba del nivel del agua, aprovechando la tierra del fondo de las aguas. Para lograr su estabilidad se siembran en su periferia los árboles conocidos como ahuejotes (Salix bonplandiana), cuyas raíces sostienen la tierra y cuyo follaje da sombra. Así, cada parcela queda rodeada por un canal por sus cuatro lados y se asegura la humedad constante. Esta técnica agrícola pervive en Xochimilco, pero en el pasado fue desarrollada en otros sitios de México. Con ella se pueden lograr hasta tres cosechas de maíz al año. Es uno de los sistemas de cultivo más eficientes del mundo, ideal para hacer autosuficientes a las familias, aunque cada vez está menos en uso. En conclusión, las milpas son un reflejo de los conocimientos, la tecnología y las prácticas agrícolas ancestrales necesarias para obtener de la tierra y del trabajo humano las necesidades básicas de las familias campesinas; es por esto que las milpas siguen siendo la base de la cocina mexicana y por lo tanto de la soberanía alimentaria en muchas regiones de México. Además, son un patrimonio biocultural de gran valor, que al ser conservadas, se conservan al mismo tiempo los recursos naturales, la agrobiodiversidad y las tradiciones de muchos pueblos del país (Lozada-Aranda, 2019; Terán. 2010). Referencias Buenrostro, M., 2009. Las bondades de la milpa. Ciencias 92-93, 30–32 Casas, A. y Vallejo, M. 2019. Agroecología y agrobiodiversidad. En: Merino-Pérez, L. Crisis ambiental en México: ruta para el cambio. SUSMAI. Lozada-Aranda, M., Rojas, I.B., Mastretta, A.Y., Ponce-Mendoza, A., Burgeff, C., Orjuela-R, M.A., Oliveros, O.G. 2019. Las milpas de México. Oikos. Terán Contreras, S., 2010. Milpa, biodiversidad y diversidad cultural, in: Biodiversidad y Desarrollo Humano En Yucatán. Yucatán, México, pp. 54–56.
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El uso contemporáneo del término agroecología data de los años 70, pero la ciencia y la práctica de la agroecología son tan antiguos como los orígenes de la agricultura. La agroecología a menudo incorpora ideas sobre un enfoque de la agricultura más ligado al ambiente y más sensible socialmente; centrada no sólo en la producción sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción. La agroecología se centra en las relaciones ecológicas en el campo y su propósito es iluminar la forma, la dinámica y las funciones de esta relación. Don Germán, chinampero. Fotografía por Luis Licona Ante estas ideas, es notable que la ciencia de la agroecología se puede separar de la política. Para nosotras esta es una idea que se puede desafiar debido a que la agroecología tiene sus cimientos en el pensamiento social agrario y en los movimientos que surgieron en oposición a los primeros procesos de industrialización agrícola. Es por esto, que la definición de agroecología que rescatamos es la de Gliessman (2016): La agroecología es una forma de rediseñar los sistemas alimentarios, desde la granja hasta la mesa, con el objetivo de lograr la sostenibilidad ecológica, económica y social, por lo que la agroecología vincula la ciencia, la práctica y los movimientos centrados en el cambio social. Es por esto que la FAO ha designado ciertos sistemas agrícolas como Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM), que representa no solo paisajes naturales impresionantes, sino también prácticas agrícolas que generan medios de vida en áreas rurales al tiempo que combinan biodiversidad, ecosistemas resilientes y tradición e innovación de una manera única. Desde 2005, la FAO ha designado 62 sistemas del patrimonio agrícola en 22 países, y actualmente, 15 nuevas propuestas de 9 países diferentes fueron presentadas. Las chinampas entran dentro de los SIPAM, mencionando la FAO (2018) que “El sistema agrícola de chinampas es un conjunto articulado de islas flotantes artificiales, construido de forma tradicional basado en sabiduría oral transmitida desde la época de los aztecas. Las chinampas ubicadas en Xochimilco y Tláhuac comprenden más de dos mil hectáreas en las cuales trabajan cerca de 12 mil personas cultivando principalmente hortalizas y flores, incluyendo 51 especies agrícolas domesticadas y 131 especies de plantas ornamentales. El sistema se destaca por tener una gran biodiversidad: Alberga el 2% de la biodiversidad mundial y el 11 % de la biodiversidad nacional con 139 especies de vertebrados, 21 especies de peces, seis anfibios, 10 especies de reptiles, 79 de aves y 23 especies de mamíferos.” Referencias: Altieri, MA. 1999. Agroecología. Bases científicas para una agricultura sustentable. Montevideo, Uruguay: Editorial Nordan-Comunidad FAO. 2020. SIPAM, Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial. [Recuperado de: http://www.fao.org/giahs/giahsaroundtheworld/es/] Giraldo, OF. 2013. Hacía una ontología de la Agri-Cultura en perspectiva del pensamiento ambiental. POLIS Revista Latinoamericana 34.1-18 Sevilla-Guzmán, E. y Wodgate, G. 2013. Agroecología: fundamentos del pensamiento social agrario y teoría sociológica. Agroecología 8(2): 27-34 |
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